La conciencia de las emociones nos hace avanzar, mientras que la represión nos atasca.
PUNTOS CLAVE
- Las emociones proporcionan una gran cantidad de información social, como comprender cuándo alguien necesita ayuda y comunicar nuestras necesidades a los demás.
- Etiquetar nuestras emociones es una forma eficaz de reducir el estrés y la ansiedad.
- Si escuchamos, las emociones ofrecen información valiosa que puede ayudarnos a formar relaciones más sólidas, evitar peligros y tomar mejores decisiones en la vida.
Muchos de nosotros no queremos sentir nuestros sentimientos.
De hecho, haremos cualquier cosa para no hacerlo. Nos tememos que bajo nuestra ira y tristeza vive una ola de emoción tan oscuro y aterrador que podría enterrar lo que nos da vida. En cambio, reprimimos nuestro enojo para asegurarnos de no tener un arrebato desafortunado con nuestro compañero de trabajo. Fingimos que nuestra tristeza no existe porque si realmente la sentimos, es posible que nunca más nos sintamos felices. Nos mantenemos distraídos para no tener que sentir el dolor de nuestro dolor.
El problema es que, cuando reprimimos nuestras emociones el tiempo suficiente, regresan con una venganza. Depresiones interminables, rabietas cíclicas, ataques no resueltos : estos son signos claros de emociones que no están siendo atendidas de manera apropiada. Ya sea que las reconozcamos conscientemente o no, nuestras emociones saben cómo llamar nuestra atención
Es difícil sentir emociones que no pretendemos sentir. Es incómodo. Es desagradable. Entonces, nos hemos vuelto hábiles para pensar en nuestros sentimientos; creamos construcciones mentales en torno a experiencias emocionales para ayudarnos a darles sentido, en lugar de sumergirnos y sentir. Pero, permitirnos sentir lo que estamos sintiendo, ya sea una emoción más deseable (alegría y emoción) o una que preferimos evitar (dolor ), es esencial para desarrollar la flexibilidad emocional y la resiliencia. Las emociones son la locomotora de nuestra vida: cuando las sentimos, avanzamos y cuando las reprimimos, nos atascamos.
Las emociones proporcionan una gran cantidad de información social, como comprender cuándo alguien necesita ayuda y comunicar nuestras necesidades a los demás. Si escuchamos, ofrecen información valiosa que puede ayudarnos a formar relaciones más sólidas, evitar peligros y tomar mejores decisiones en la vida. Esto nos permite construir vínculos más profundos y significativos con las personas en nuestras vidas. Las emociones también nos mantienen a salvo y preparan al cuerpo para actuar cuando sea necesario. Por ejemplo, los sentimientos de miedo o ira pueden desencadenar la respuesta de lucha o huida del cuerpo, lo que lleva a una serie de procesos que preparan al cuerpo para manejar la amenaza que se avecina.
Pero, ¿cómo sentimos realmente nuestros sentimientos? Si nos sintonizamos, nuestras emociones a menudo tienen una manifestación física que se manifiesta en nuestros cuerpos. La tristeza puede sentirse como una pesadez sorda en nuestras caderas. La ira puede sentirse como una intensidad caliente proveniente de nuestros brazos y pecho. la vergüenza puede sentirse como una piedra pesada en nuestras entrañas.
Una vez que identificamos lo que está sucediendo en nuestros cuerpos, podemos ofrecer un nombre a la emoción (“Estoy sintiendo tristeza” o “Esto es ira”). Nombrar una emoción es una práctica poderosa de autovalidación: reconocemos y aceptamos nuestras emociones sin juzgarlas o intentar cambiarlas. Además, etiquetar nuestras emociones es una forma eficaz de reducir el estrés y la ansiedad
Nombrarlo para domarlo
es describir cómo nombrar un sentimiento envía señales tranquilizadoras a las partes preocupantes de nuestro cerebro.
Cuando presenciamos y nombramos un sentimiento en nuestro cuerpo, le permitimos compartir su información con nosotros. Tal vez nuestra vergüenza es pedirnos que compartamos la fuente de nuestra vergüenza con alguien en quien confiamos para que podamos sentirnos liberados de nuestro aislamiento inducido por la vergüenza. Tal vez nuestra ira nos está pidiendo que sacudamos y gritemos el calor y la intensidad de nuestros cuerpos. Quizás nuestra tristeza nos esté pidiendo que nos bañemos de dolor y lloremos para permitirnos procesar lo que hemos perdido.
Cuando escuchamos la sabiduria de nuestras emociones, nos ofrecemos un regalo. Al notar, nombrar y responder a las sensaciones en nuestro cuerpo, permitimos que nuestras emociones pasen por sus procesos y ciclos naturales, en lugar de mantenerlas estancadas, enconadas por dentro. Con el tiempo y la práctica, podemos involucrarnos con la vida de formas más resilientes, auténticas y adaptables.