Así es como nuestros rostros pueden ser una fuente importante de información para los bebés.
Uno de los psicólogos más famosos de todos los tiempos, William James, describió las primeras experiencias de un bebé con el mundo como una «confusión floreciente y vibrante». De hecho, cuando nacen, los bebés necesitan la ayuda de sus cuidadores para aprender las habilidades que necesitan para funcionar en un mundo complejo. Pero, ¿por dónde empiezan? ¿Cómo empiezan a dar sentido a esta confusión floreciente y zumbante?
Una fuente importante de información para los bebés desde los primeros días de vida son los rostros humanos. Como si la naturaleza nos estuviera dando una pista sobre de dónde podría provenir la información importante, los bebés nacen con preferencia por las formas que parecen caras (Johnson y Morton, 1991) y, de hecho, hay evidencia de que esta preferencia se desarrolla antes de que nazca el bebé. incluso nacido (Reid, Dunn, Young, Amu, Donovan y Reissland, 2017). Unos meses después, no solo prefieren mirar caras a la mayoría de las otras cosas, sino que también prefieren especialmente las caras que les son más familiares, como la cara de su madre (Maurer & Salapatek, 1976). Al principio, cuando los bebés miran caras, en su mayoría escanean las partes de la cara que tienen el mayor contraste de color, como alrededor de la línea del cabello, pero a medida que crecen, miran las partes de la cara quetienen la mayor cantidad de información , como los ojos (Maurer & Salapatek, 1976). Luego, más tarde (cuando empiezan a aprender el idioma), miran cada vez más la boca (Hunnius & Geuze, 2004).
Esta preferencia por las caras ayuda a los bebés a aprender a identificar a sus seres queridos desde el principio y los dirige a la información más importante del entorno. Por ejemplo, las caras les dan a los bebés una pista sobre qué tipo de objetos están vivos y pueden tener pensamientos. De hecho, los bebés suelen usar caras para decidir si un objeto tiene intenciones (Johnson, Slaughter y Carey, 1998). De manera relacionada, dado que tendemos a mirar las cosas que encontramos más interesantes o importantes, el enfoque temprano de los bebés en mirar los ojos de un rostro podría proporcionarles información sobre lo que también deberían estar mirando. Los bebés comienzan a comprender que los ojos son una señal de intención en algún momento entre los 6 y los 12 meses de edad cuando comienzan a seguir la mirada de los adultos, mirando hacia donde miran los adultos (Deák, 2015).
A continuación, los bebés aprenden a usar los rasgos faciales además de los ojos para obtener información sobre qué hacer en situaciones sociales, una de las más poderosas son las expresiones emocionales. Los recién nacidos desarrollan la capacidad de discriminar entre varias expresiones emocionales muy temprano, incluidas las caras felices, tristes y sorprendidas, solo poco después del nacimiento (Field, Woodson, Greenburg y Cohen, 1982). Entre los 12 y los 18 meses de edad, los bebés aprenden a utilizar la información de las expresiones faciales de las madres como una señal de qué hacer en situaciones nuevas. Por ejemplo, los bebés evitan jugar con un juguete nuevo si ven que un adulto reacciona con temor hacia él (Mumme y Fernald, 2003; Mumme, Fernald y Herrera, 1996). Lo mismo ocurre con un desnivel o un escalón de una altura potencialmente peligrosa:
Es importante destacar que toda la información que los bebés pueden obtener de las caras tiene implicaciones para el aprendizaje y la forma en que interactúan con otras personas. Primero, la capacidad de interpretar las expresiones faciales es importante para la competencia emocional general, o cómo los niños aprenden a expresar y controlar esas emociones y reconocer las emociones de otras personas. La competencia emocional es un predictor importante de todo tipo de resultados positivos para los niños, incluido el inicio y el mantenimiento de relaciones sociales positivas y el rendimiento académico (Denham, 2019).
Es importante destacar que hablar sobre las emociones predice la competencia emocional. Entre los 3 y los 5 años, los niños pueden nombrar la mayoría de las expresiones emocionales (Widen, 2013; Widen y Russell, 2008). Hablar con los niños sobre estas expresiones podría ayudarlos a identificar con precisión las emociones de los demás y, al final, a poder participar en interacciones sociales más saludables con sus padres y compañeros.
Además, este conjunto de investigaciones implica que los padres deben ser conscientes de que, desde una edad temprana, los bebés nos miran a la cara en busca de orientación sobre cómo comportarse. Por ejemplo, al igual que los bebés pueden aprender a evitar un juguete o una entrega peligrosa al mirar la cara de sus madres en busca de información, existe evidencia de que también pueden desarrollar miedos por los mismos tipos de interacciones (Broeren, Lester, Muris, &. Field, 2011; Askew & Field, 2007). En otras palabras, si un bebé o un niño observa a un padre reaccionar con miedo hacia una araña en el suelo, también podría aprender razonablemente a tenerle miedo a las arañas. Esto también es cierto para las cosas que decimos delante de los niños: si decimos que las arañas dan miedo, nuestros hijos pueden aprender a reaccionar ante las arañas con miedo (Field y Lawson, 2003; Field y Schorah, 2007).
Dado que los bebés tienen mucho que aprender, los rostros de aquellos que les son familiares siempre serán una fuente importante de información. Les dicen a los bebés quién es familiar y quién no, lo que estamos pensando, lo que sentimos y qué hacer cuando las cosas son inciertas. Además, la capacidad de interpretar las expresiones faciales puede ser una guía importante para los niños sobre qué esperar de una situación social. De esta manera, los tipos de mensajes que enviamos con nuestros rostros pueden ser herramientas poderosas para aprender, por lo que quizás sea importante estar al tanto de los rostros que usamos, especialmente frente a los bebés.